Vida y milagros de San Tarcisio
San Tarcisio era un acólito (monaguillo) o ayudante de los sacerdotes en Roma en el siglo III siendo Emperador Valeriano quien tenía fama de duro y sanguinario.Valeriano se había convencido de que los cristianos eran los enemigos del Imperio y había que acabar con ellos.
Los cristianos para poder celebrar sus cultos se veían obligados a esconderse en las catacumbas o cementerios romanos. Era frecuente la trágica escena de que mientras estaban celebrando los cultos llegaban los soldados los cogían de improviso y allí mismo sin más juicios los decapitaban o les infligían otros martirios. Todos confesaban la fe en nuestro Señor Jesucristo.
El pequeño Tarcisio había presenciado la ejecución del mismo Papa mientras celebraba la Eucaristía en una de estas catacumbas. La imagen macabra quedó grabada fuertemente en su alma de niño y decidió a seguir la suerte de los mayores cuando le tocase la hora que ojalá -decía él- fuera ahora mismo.
Un día estaban celebrando la Eucaristía en las Catacumbas de San Calixto. El Papa Sixto recuerda que algunos hermanos se encontraban encarcelados por profesar ser cristianos los cuales no tenían sacerdote y que por lo mismo no podrían fortalecer su espíritu para la lucha que les esperaba sino recibían el Cuerpo del Señor.
Pero ¿quién será esa alma generosa que se ofrezca para llevarles el Cuerpo del Señor? Son montones las manos que se alargan de ancianos venerables y jóvenes fornidos. Todos están dispuestos a morir por Jesucristo y por sus hermanos.
Uno de los que se ofrecía era Tarcisio acólito. Ante tanta inocencia y ternura exclama lleno de emoción el anciano Papa Sixto:
- ¿Tú también hijo mío?
- ¿Y por qué no Padre? Nadie sospechará de mis pocos años.
Ante tan intrépida fe el Papa no duda. Toma con mano temblorosa las Sagradas Formas y en un relicario las coloca con gran devoción a la vez que las entrega al pequeño Tarcisio de apenas once años con esta recomendación:
- Cuídalas bien hijo mío.
- Descuide Padre que antes pasarán por mi cadáver que nadie ose tocarlas.
Sale fervoroso y presto de las Catacumbas y poco después se encuentra con unos niños de su edad que estaban jugando.
- Hola Tarcisio juega con nosotros: necesitamos un compañero
- No no puedo. Otra vez será mientras apretaba las manos con fervor sobre su pecho y proteger aquella carga preciosa.
Y uno de aquellos mozalbetes exclama:
-A ver a ver qué llevas ahí escondido.
Y otro: Debe ser eso que los cristianos llaman Los Misterios e intentan verlo. Lo derriban a tierra le dan golpes derrama sangre. Todo inútil. Ellos no salen con la suya. Tarcisio por nada del mundo permite que le roben aquellos Misterios a los que él ama más que a sí mismo...
Al momento pasaba por allí Cuadrado un fornido soldado que estaba en el período de catecumenado y conoce a Tarcisio. Huyen corriendo los niños mientras Tarcisio llevado en brazos por Cuadrado llega hasta las Catacumbas de San Calixto en la Vía Appia. Al llegar ya era cadáver pero aún sostenía fuertemente las Sagradas Formas contra su pecho las que sólo soltó ante la presencia del Papa Sixto para que las reservara en el Tabernáculo.
El libro oficial de las Vidas de Santos de la Iglesia llamado Martirologio Romano cuenta así la vida de este santo:
En Roma en la Vía Apia fue martirizado Tarcisio acólito. Los paganos lo encontraron cuando transportaba el Sacramento del Cuerpo de Cristo y le preguntaron qué llevaba. Tarcisio quería cumplir aquello que dijo Jesús: No arrojen las perlas a los cerdos y se negó a responder. Los paganos lo apalearon y apedrearon hasta que exhaló el último suspiro pero no pudieron quitarle el Sacramento de Cristo. Los cristianos recogieron el cuerpo de Tarcisio y le dieron honrosa sepultura en el Cementerio de Calixto.
Desde entonces el frío mármol guarda aquellas reliquias del mártir de la Eucaristía sobre las que escribió el Papa San Dámaso este hermoso epitafio: Lector que lees estas líneas: te conviene recordar que el mérito de Tarcisio es muy parecido al del diácono San Esteban a ellos los dos quiere honrar este epitafio. San Esteban fue muerto bajo una tempestad de pedradas por los enemigos de Cristo a los cuales exhortaba a volverse mejores. Tarcisio mientras lleva el sacramento de Cristo fue sorprendido por unos impíos que trataron de arrebatarle su tesoro para profanarlo. Prefirió morir y ser martirizado antes que entregar a los perros rabiosos la Eucaristía que contiene la Carne Divina de Cristo.
La Iglesia Católica ha tenido muy especial cariño a este joven que con tanto amor llevaba la Comunión a los prisioneros y con tan enorme valor supo defender la Santa Eucaristía de los enemigos que intentaban profanarla.
La fiesta de su memoria se celebró antiguamente el 15 de agosto pero
luego de la Proclamación del Dogma de la Asunción de María se trasladó
al 14 de agosto. En muchos países se celebra esta fecha.
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